Intervenciones
en el Recinto
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Versión taquigráfica de la sesión del día 03 de Septiembre de 2009 |
DISTINCIÓN
"HUÉSPED DE HONOR" A LA SEÑORA RAQUEL (MÓNICA)
DAWIDOWICZ
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Con motivo de lo expresado se encuentra presente en el Recinto la Sra. Raquel Dawidowicz, nacida en el Ghetto de Jaludna de Lida (Polonia), el 20 de junio de 1941, a quien por resolución Nº 243 se le otorga la distinción "Huésped de Honor" de la Cámara de Diputados. SR. SECRETARIO
(Enrico).- Se encuentran presentes en esta sesión de homenaje
la Sra. Vicegobernadora de la Provincia, Dra. Griselda Tessio; la Sra.
Mónica Dawidowicz, sobreviviente del Holocausto; por el Centro
Ana Frank, su presidente Julio Toker, el Lic. Héctor Shalom y el
Sr. Jorge Zeiger; eL señor Menno Metselaar, responsable de proyectos
del departamento de Educación de la Casa de Ana Frank, Holanda;
el Sr. Presidente de la Asociación Cultural Israelita Argentina
"I. L. Péretz", Arq. Jaime Kessler y miembros integrantes
de la misma; el Sr. Presidente del Consejo Federal de DAIA, Sr. Eduardo
Duschkin. Santa Fe, 3 de Septiembre
de 2009 SR. SECRETARIO (Enrico).- También se ha recibido la adhesión de la Defensora del Pueblo Adjunta de la Zona Norte, Diana Loyola, y del Rector de la Universidad Nacional del Litoral, abogado Albor Cantard. SR. PRESIDENTE (Di Pollina).- Tiene la palabra el señor diputado Leonardo Simoniello. SR. SIMONIELLO.- Gracias, señor presidente. Voy a ser muy breve porque me parece que, de alguna manera, todos estamos esperando el testimonio que nos va a dar Mónica, el testimonio de vida que creo que es mucho más importante que cualquiera de nuestras palabras. Pero, francamente, quiero rescatar que esta declaración, este testimonio, se da en el marco de la puesta en escena en Santa Fe, por segunda vez, de la muestra de "Ana Frank, una historia vigente", vida de Ana Frank, de la cual tampoco voy a hablar, ni del contexto en el cual su corta vida se desarrolló, porque realmente los invito a que sean los guías de la muestra que hoy tenemos en el hall de la Legislatura los que se las cuente y, en todo caso, con ellos mantener un diálogo acerca de todo aquello que pasó. En función
de esto, quiero manifestar que este testimonio, como algunos otros que
se han dado en la capacitación de estos guías, se da también,
no sólo frente a los diputados de esta Cámara sino también
frente a ellos mismos que hoy están en las barras. Ellos son jóvenes,
muy jóvenes que se han estado capacitando voluntariamente para
este fin, que han venido de distintas escuelas de la ciudad de Santa Fe
y también individualmente. Como Ana Frank, son jóvenes y
se interiorizaron en cosas que por ahí no conocían y aprendieron
de cosas que por ahí no conocían y ellos también
pueden dar un testimonio de que no todos los jóvenes hoy están
en el lugar en donde algunos los quieren poner y que tenemos mucho para
aprender de ellos. Entonces, me parece
muy importante para esta Legislatura su presencia, muy importante su testimonio
de vida, para que nadie nos cuente lo que ella nos puede contar personalmente.
Quiero, por último,
agradecer muy sinceramente la presencia de la Vicegobernadora, nuevamente,
en un acto que tenga que ver con la muestra, realmente la jerarquiza.
Y, también, las muestras de satisfacción, de colaboración,
de los distintos diputados de todos los bloques que se han acercado, de
alguna u otra manera, al Hall de la Legislatura para charlar con los guías.
Inclusive, los guías ni siquiera sabían, posiblemente, si
eran diputados o no, y ellos les fueron también contando la muestra. Esta actitud de todos
los bloques, realmente, también creo que es un punto fundamental
que jerarquiza la presencia de la muestra de Ana Frank en Santa Fe. Por último,
también, agradecerle al señor presidente de la Cámara
que hizo todo lo posible para que esto se pudiera llevar adelante. Creo
que es muy importante porque, francamente, siento que esta muestra de
Ana Frank, para muchos que hoy están en esta sala, marca un antes
y un después. Fundamentalmente, para los jóvenes que están
en las barras. Y creo que ese es el mensaje que necesitamos; creo que
esos son los interlocutores que necesitamos; creo que ellos mismos son
los que tienen mucho para enseñarnos; creo que ellos mismos son
los que tienen que aprender que la violencia no es la mejor resolución
de los conflictos, que la discriminación no es la mejor forma de
actuar, que podemos ser tolerantes, que podemos vivir todos juntos, que
podemos ser todos iguales y que aún en la diversidad podemos sumar.
Y creo que ése
es el mensaje fundamental que nos deja esta muestra de Ana Frank. Muchas
gracias. - Aplausos. SR. PRESIDENTE (Di Pollina).- Muchas gracias, señor diputado. A continuación, invito a los señores diputados y diputadas presidentes de bloque y al señor diputado Leonardo Simoniello a acercarse al Estrado para la entrega de un diploma a la señora homenajeada. - Se hace entrega
del diploma y otros presentes a la señora Raquel (Mónica)
Dawidowicz. Aplausos. Uno de los primeros actos del gobierno nazi fue reunir en la Plaza Central de la ciudad a todos los referentes de la comunidad judía, llámese rabinos, médicos, maestros, con el objeto de aniquilarlos frente a toda su comunidad. Muy poco tiempo después, se crea el gueto Jaludna. Mi madre entra embarazada de mí al gueto, mi padre y dos hermanas, Neja de 6 años y Eszter de 10. Demás está decir las condiciones en que se vivió en el gueto, demás está decir las matanzas que hubieron directamente en los guetos. Mi nacimiento se produce en el sótano de la casa en donde vivíamos cuatro familias. Al tiempo de mi nacimiento, se produce una salida del gueto, que era una salida de la muerte, porque los que iban hacia la derecha iban directamente a fosas comunes, los que iban a la izquierda volvían al gueto. Mi familia cercana, hermanas y padres, tuvieron la suerte de ir a la izquierda; mi abuela, tíos, primos, fueron a la derecha. Cuando volvimos al gueto, mis padres tomaron la resolución de entregar a sus tres hijas a familias no judías que vivían en los alrededores de Lida. La primera que mi padre entregó fue a mí, que era una bebé, luego a mi hermana Neja y, finalmente, a Eszter. Eszter fue la que pudo contarme de qué manera fue esa entrega, al menos la de ella. Por un boquete en la pared salió mi padre con ella del gueto y, del otro lado, lo esperaba un carro con una persona, mi padre rápidamente la entrega a ella, la tapan en el carro y se la llevan. Es así que yo vivo con la familia Zapula. La familia Zapula no tenía hijos y me inscribe como hija de ellos. Me ponen el nombre de Irina Zapula. Es así como yo paso del Rojale Mowszowicz a ser Irina Zapula, del idish materno al polaco. Termina la guerra y tíos míos que sobrevivieron en los bosque como partisanos, vuelven a Lida, para ver quién quedó de su familia. Recogen a mi hermana Eszter, que hoy me cuenta -y siempre me contó- que nunca imaginó que ella no iba a volver a ver a sus padres; recogen a otro primo que también sobrevivió en los bosques y me visitan a mí con la familia Zapula. Yo, terminada la guerra, tenía apenas cinco años. Mi tía se hace cargo de mi hermana y de este primo. Ella ya había perdido a sus dos hijos. No los perdió, no los perdió, los habían matado. Mis padres..., mi hermana Neja, que por la edad rebelde que tenía -seis años- , yo era muy pequeña, no tenía posibilidades de pedir; mi hermana mayor entendía de que era la posibilidad de salvarse y que eso fue el mandato de mis padres, pero Neja lloró y la devolvieron al gueto. Mis padres, Neja y el resto de la familia fueron muertos en el campo de exterminio de Majdanek. Y aquí empieza una larga peregrinación mía hasta recalar en Buenos Aires, en la casa de tíos paternos. La familia Zapula, por amor, pero no estaba dispuesta a entregarme. Intervino el Congreso Judío Mundial, negociaciones, juicios, etcétera, y me llevan de Lida a Varsovia, de Varsovia a Suecia. En Suecia voy a un orfelinato de la Cruz Roja. Allí paso muchos meses. En Suecia, ni Rojale, ni Irina, me empezaron a llamar Mónica. Del idish al polaco, del polaco al sueco, sin traductores mediante. Allí paso muchos meses hasta que se hacen negociaciones para ver quién me recibe. Teníamos familia en Argentina, de parte de mi madre y de mi padre; teníamos familia en Uruguay, de parte de mi madre; teníamos familia en Estados Unidos, de parte de mi madre y de mi padre. Estados Unidos no permitió mi entrada. Argentina no permitió mi entrada. País pequeño, Uruguay, democrático, permitió mi entrada. Mi tío de Uruguay se hizo cargo de mí como padre adoptivo, pero como la resolución ya había sido tomada por la familia, de que yo fuera a la casa de mis tíos paternos, que no tenían hijos, en Buenos Aires, mi tío me ingresa a la Argentina y aquí se hace documentación falsa, como si fuera hija de mis tíos. Esta historia que yo conté brevemente, porque realmente hubieron muchos detalles de por medio, es una historia de cinco años. A mí me llevó toda una vida reconstruirla: desde recuperar documentación de Suecia, en donde he encontrado una carpeta enorme, en donde hasta mi pasaje de Varsovia a Suecia estaba consignado, las cartas que iban y venían, tratando de definir mi lugar, hasta tratar de saber qué fue de cada uno de los miembros de la familia. Lagunas hay montones. Muchas veces pienso ¿qué pudieron haber pensado mis padres, cómo pudieron tener la grandeza de entregar tres hijas para tratar de salvarlas? Yo, hoy, siendo madre y abuela, no lo puedo imaginar. No puedo imaginar que alguien pueda entregar niños para salvarlos. ¡Cuánta grandeza tiene que haber en ese acto! Por otro lado, todos los que quedaron en el Ghetto Jaludna fueron a parar a Majdanek. Mis padres, mi hermana, murieron en el transporte, los mataron antes, murieron en las cámaras de gas, en las fosas comunes de Majdanek, ¿dónde, cómo terminaron? Nadie va a poder responderme eso. En la edad en la que todos los niños juegan, yo tuve que intentar reconstruir y rearmar mi historia, mi identidad, porque tampoco, cuando llegué al Río de la Plata, nadie me entendía. Yo no entendía a nadie. No me imagino esta situación. Afortunadamente, la memoria es maravillosa, selectiva y puede tapar cosas, olvidarlas, no recordarlas, no tenerlas todos los días. Además, años duros se han vivido en la Argentina. Mi situación de ilegal, de ilegítima en una época, en la que Perón no nos había permitido la entrada, o sea, ¿qué hubiera pasado si yo le cuento a mi amiguita vecina, a la madre, a mi maestra sobre mi historia? Era chica y temía por mis tíos. Luego, la dictadura, o sea, que así como los millones de aniquilados no tenía voz, tampoco yo tenía voz, a pesar de estar viva. Recién a partir del Gobierno del doctor De la Rúa, que legitimó a todos los sobrevivientes en Casa de Gobierno, que habían entrado por la puerta de atrás cuando tendrían que haber entrado con honores, mientras que entraban nazis a la Argentina sin dificultades; nosotros, que teníamos que esconder nuestra identidad, y ellos que recibían identidades falsas a los efectos de encubrirlos. Recién a partir de ese momento recobré la voz y a partir de ese momento doy testimonio. Y doy testimonio porque creo que -no creo, estoy segura- debo alzar la voz por todos aquellos que no la tienen, que debo decir la shoá existió. No permitir que negacionistas digan que la shoá no existió. Porque, finalmente, ayer lo dije, lo voy a volver a repetir, quien niega la shoá está haciendo apología del delito. Quien niega la shoá, sabe que la shoá existió y lo único que está diciendo es que eso fue bien hecho. Quiero agradecer, realmente, la distinción que recibí, el honor que recibí y quiero dedicárselo al millón y medio de niños que fueron muertos y cuyas voces y vidas no prosperaron. Ana Frank es el reflejo de una niña que no tiene hoy voz y a través de su diario ha dejado un testimonio de esperanza. Yo también tengo la esperanza, y mi esperanza son esos jóvenes - Aplausos. |